Cuando escribo todo adquiere sentido, todo tiene su lógica explicación, todo cuanto siento, pienso y vivo lo puedo recrear en este folio que ya ni por asomo es blanco.
Con este intimista artículo quiero terminar el mes de junio y con el cual quiero haceros ver que es lo que siento cuando escribo...
Jesús Rodríguez Arias
CUANDO
ESCRIBO
Cuando escribo escapo del
mundanal ruido y entro en ese espacio donde solo yo puedo estar y en el que se entremezclan
inspiración y pensamientos. Cuando abro esa ventana en la que veo solamente una
página en blanco que miro y me mira como si me cuestionara que es lo que voy a
escribir esta vez, las preocupaciones dejan de existir, los dolores desaparecen
e incluso la alergia deja de dar la lata.
Esto de escribir es cosa de
tres: Dios que es fuente de mi inspiración, la página en blanco y el que
suscribe. No, no es fácil pero cuando encuentras la idea, el mensaje que
quieres hacer llegar, recuerdas a las personas que siempre están ahí, entonces
las palabras fluyen rápidamente y el teclado suena armoniosamente como la mejor
melodía que en ese momento puedas escuchar. Entonces ya no existe el tiempo,
las horas pasan sin apenas darme cuenta, y casi todo queda fuera de ese
apasionante mundo interior en el que estoy inmerso.
Cuando escribo soy y me siento
totalmente libre y de ahí que no tenga reparos en decir lo que pienso, opino o
quiera contar. Vivir en la libertad en la que baso cada segundo de mi existencia
hace que sea más claro, conciso y ciertamente respetuoso en lo que quiero decir
sin importarme mucho, la verdad sea dicha, lo que piensen los demás. Hace ya
mucho tiempo que paso tres kilos de lo que opine o diga la gente de mí y por
eso defiendo las causas en las que creo, me pongo al lado de las personas a las
que quiero, soy crítico con los tendenciosos, los murmuradores, los que viven
del cuento, los que necesitan caer bien y gustar a todos para seguir chupando
del bote, los que desde su amargura hacen daño cuestionando el honor de los
demás, también de esos que sentados en la poltrona no la quieren dejar ni con
agua hirviendo sabiendo, como saben, que
ya su etapa acabó, de los cobardes y ambiguos, así como también con esos
que viven en la maldad.
Todos los que nos dedicamos a
esto vivimos desde la libertad, pero no todos son verdaderamente libres a la
hora de expresar lo que piensan ya sea porque tienen un interés explícito, por
temor a represalias en su ámbito profesional, personal, familiar e incluso en lo
concerniente a los amigos. Esta sociedad tan mojigata para unas cosas y tan
liberal para otras no consiente que nadie vaya por libre y diga lo que piensa
pues puede zaherir los intereses creados por unos y otros. El castigo más común
es el ostracismo, el dejarte fuera del camino, e intentar que todos se olviden
de ti. Conmigo van listos pues he sido yo el que me he ido, me he quitado
literalmente del medio, me he alejado, incluso poniendo montañas de por medio,
de las maliciosas miradas, cosa que algunos todavía hoy no me perdonan.
Escribir como el componer,
pintar lo que se quiera expresar en un lienzo, el que artísticamente capta un
instante haciéndola la más bella fotografía, el que dibuja y realiza diseños, el
que tiene una caja de música en las cuerdas vocales, es un precioso don que
requiere de muchos sacrificios personales y familiares, pero lo que te ofrece y
da no se puede pagar ni con todo el oro del mundo. Escribir es un noble oficio
más que una profesión.
También os confesaré que
muchas veces voy por la calle, estando en una conversación, en casa con
Hetepheres o en la soledad de uno mismo me pasa que cuando algo capta mi
interés, más allá de lo que esté haciendo, todo adquiere un cariz que solo se
recrea en la mente. Entonces es cuando apunto algo que me ha chivado la
inspiración ya sea en el móvil o en una servilleta misma. Es vivir las
veinticuatro horas que tiene el día en modo literario.
Y es que cuando escribo todo
adquiere sentido, todo tiene su lógica explicación, todo cuanto siento, pienso
y vivo lo puedo recrear en este folio que ya ni por asomo es blanco.
Termino tan personal artículo
dedicándoselo a Hetepheres, mi mujer, que es en verdad la gran sufridora de mi
ausencia cuando me toca escribir.
Jesús Rodríguez Arias
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