Esta es mi opinión sobre lo que ha generado la chirigota "Aquí estamos de paso". En mi semanal tribuna no hablo tanto de esta polémica agrupación sino de las reacciones que ha tenido su incursión en el COAC.
Me centro en las opiniones favorables a la misma no tanto de los ateos confesos sino de los católicos indolentes.
Y si alguien se pica ya sabe...
Jesús Rodríguez Arias
Perdonadme si tan próximos a
la Cuaresma hablo del Carnaval pero es que no quiero que pase el tiempo, que
todo lo olvida, sin hacer una breve reflexión sobre lo acontecido y las
consecuencias que ha tenido la burlesca chirigota “Aquí estamos de paso”.
No, no esperéis que escriba
más de esta pues lo que pensaba de la misma
lo expuse en mi artículo del 10 de febrero en las páginas de este medio.
Hoy quiero hablar de toda la marejada que se ha producido a su alrededor donde
os puedo decir no han habido medias tintas sino todo lo contrario. Los
defensores de la chirigota, salvo excepciones que han demostrado una gran
educación, han hecho hincapié en el derecho de criticar y mofarse de las
creencias de los demás siempre y cuando
esos “demás” fueran cristianos y católicos porque de otras profesiones
religiosas ni están, ni se le esperan. Una ola de feroz crítica de los
contrarios no solo a las Hermandades y Cofradías sino a la Madre Iglesia y por
supuesto al mismo Dios vomitaban su hedor contra los que pusimos la cara para
defender nuestra Fe y creencias. Parecía que solo se podía tener una línea de
opinión respecto a esta agrupación porque todo el que dijera algo contrario era
condenado al vergonzoso ostracismo por todos aquellos cuya mejor argumentación
era estar en contra de los opinan de diferente forma. Coplas de insignes
copleros y escritos de augustos articulistas defendían todos a una al tal Cascana y su chirigota mientras lanzaban sus
puyitas para quiénes las quisieran
recoger.
El humor “canalla” y burlesco
de esta agrupación ha hecho que incluso algún “cofrade” haya puesto en la red
una foto de un miembro de la comparsa “La chusma selecta”, sin el conocimiento
de la misma, para divertirse de una advocación mariana isleña. Hecho que ha
causado el estupor de muchos así como la indolencia de otros. El Carnaval como el papel parece aguantarlo
todo.
El indolente no es otro que
aquél que no se afecta o conmueve, el insensible que no siente dolor. Si esto
lo extendemos a nuestra Fe católica, a nuestras creencias, a nuestra
pertenencia a la Iglesia, la cosa adquiere un sentido de incoherencia total. El
cristiano por sí no puede ser indolente si quiere vivir la Fe desde la
coherencia personal. Un católico que no se sienta removido por la profanación
de un sagrario, por la persecución de los cristianos, por la instauración de la
cultura de la muerte en nuestra sociedad lleve el nombre que lleve, que se
sienta impasible ante los reiterados ataques contra nuestra religión, contra la
Madre Iglesia, lo siento mucho pero no puede llamarse católico por muy
bautizado que esté. Un cristiano, un católico, que además se diga cofrade, no
puede ver sin escandalizarse que se mofen de las imágenes de Cristo y María de
forma tan vulgar por una chirigota mediocre o por malintencionadas publicaciones en las redes.
En plena oleada de opinión
sobre la actuación de “Aquí estamos de paso” y las reacciones de todo tipo que
hubieron tras esta en la que muchos nos “retratamos” estuve hablando con un querido
sacerdote que ejerce su ministerio apostólico en nuestra diócesis y me decía:
“A mí lo que más me duele es la blasfemia a Nuestro Señor y Su Madre así como
la indolencia de muchos cristianos”.
Personalmente me causa estupor
que se cachondeen de forma tan burda del Señor y de la Virgen y pienso que
opinarían esos que pertenecen a otras religiones o logias si se vieran así
reflejados por satíricas mofas. Seguro que no lo verían tan normal y se
sentirían no tanto escandalizados como injuriados.
En definitiva este tipo de
situaciones pone bien a las claras la tibieza que viven muchos cristianos que
ofrecen ambiguos testimonios con el que quieren contentar a unos y a otros sin
conseguirlo, son los que intentan estar siempre en la senda del buenismo
impostado. Jesús ya nos lo dejó dicho: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío
ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto tibio, y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca”.
La indolencia de los católicos
es mucho más letal que la peor de las críticas de los laicistas confesos.
Jesús Rodríguez Arias