Que la sociedad, que el mundo que conformamos tú, yo y todos los demás, está fatal no hace falta ni decirlo...
Una sociedad que se relaciona por medio de las redes sociales, WhatsApp y demás aplicaciones de mensajería refleja hasta que punto vivimos en la irrealidad, la nuestra no la de otros...
Y si nuestra vida se desarrolla en lo virtual nuestras afinidades, relaciones y enfados también.
Pues de eso va mí semanal tribuna en Andalucía Información.
Jesús Rodríguez Arias
ENFADOS
VÍA WHATSAPP
Es de todos conocido que
existen lugares para palpar como está la sociedad. Existen sitios donde te
puedes sentar para disfrutar de ese momento solo o en compañía y que con solo
observar puedes dirimir lo que sienten, piensan u opinan los demás. Son las plazas
y parques de ciudades y pueblos así como las terrazas de cafeterías y bares
ventanas perfectas para saber cómo anda el mundo.
Un ejemplo: El otro día tuve
que ir a una localidad de la Bahía de Cádiz pues tenía que firmar unos
documentos que había dejado pasar con el tema de la pandemia y que ya no podían
esperar más. Una vez concluido el trámite, que es más engorroso si cabe con la
cantidad de normas ahora establecidas, nos sentamos Hetepheres y yo en la
terraza de un bar para tomar algo que nos sirviera de aperitivo y poder así
disfrutar del solecito y del muelle pesquero que se abría a nuestras miradas
mientras escuchábamos el graznido de las gaviotas. Cómo soy observador y aprovechando
que mi mujer hacía innumerables gestiones telefónicas del negocio familiar vi
como se acercaban a la mesa contigua a la nuestra, separada con la medida
distancia de seguridad, dos señoras de cuarenta y tantos largos que iban
conversando de un tema que no le presté atención porque carecía de interés aunque
su tono normal de voz era más bien alto.
Vino el camarero, pidieron, y
fue ahí cuando empieza una trama y un “drama” que me sirvió para reflexionar.
Una de ellas, la que más hablaba, recibe una llamada de una persona que le
informa de sopetón que “noséquién” la había echado del grupo de WhatsApp. ¿Qué?
¿Cómo? ¿Pero esa que se ha creído? ¡A mí no me echa nadie! La amiga observaba
calladamente, no le quedaba otra, y entonces haciendo caso omiso a la caña de
cerveza y el platito de aceitunas empieza a escribir por el móvil, me imagino a
la administradora del grupo, mientras hace aspavientos porque la misma pasa de
ella y entonces llama por teléfono y a grito pelado le explica a quién le
informó antes: “No me responde “lahijadelagran…” ¿Qué jarcheo? ¿Eso ha dicho?
¡Qué se quede con el grupo, con el “guasa” y con todas sus castas! Se palpaba
la tensión y el mal ambiente en la hasta entonces tranquila terraza.
Esto que os he explicado es verídico
y un reflejo de nuestra sociedad porque ya la gente se enfada vía WhatsApp o
por las redes sociales. Sí, hemos creado un mundo lleno de individuos
enchufados todo el santo día al móvil, al ordenador, donde transitan por las
calles virtuales donde son muy conocidos pero que desconocen lo que es el mundo
real. En el tren, en el metro, casi nadie habla con el otro, casi nadie lee,
porque todos fijan su mirada en el mega móvil que tienen en las manos mientras
escuchan música. Todos aislados de todos…
“Con lo bien que vivía yo sin
Facebook”. Esta aseveración la he escuchado en más de una ocasión de personas
queridas que se manejan muy bien por las redes. Mi respuesta: Sí y no. Sí
porque Facebook, sobre todo, se ha convertido un patio de vecinos mal avenidos
donde los insultos, chismorreos y puñaladas traperas están a la orden del día.
Un lugar que podría ser un lugar de encuentro, que lo es, de información, de
sano cachondeo, de compartir y de conocer a otras personas que son buenas de
verdad, lo hemos convertido en un pozo negro lleno de hedor. He visto, también
lo he sufrido, como de la noche a la mañana la gente te quiere a rabiar y después
te odia a muerte vaya usted a saber por qué…
Cada día que pasa soy más
escéptico y no solo en las redes sociales, cada día que pasa me reafirmo en la
idea que prefiero quedarme con las personas que quiero de verdad y lo demás se
lo dejo a los demás.
Pobre mundo que necesita de un
cacharrito, llámese móvil, tablet u ordenador, para relacionarse mientras
olvida a quiénes tiene al lado. Por eso cuando se estropean nos damos patadas
en el culo para comprar otro porque en verdad nuestra vida es tan plana, vana y
efímera como la pantalla de un móvil…
Jesús Rodríguez Arias

Los orientales, para no variar, no llevan ventaja. Jamás he visto un japonés o un chino en el Metro madrileño con un movil en la mano. Llegan, se acomodan, cierran los ojos y no los abren hasta segundos antes de que el tren urbano se detiene en SU estación de destino. ¿Que hacen mientras tanto, meditan, duermevelan, hacen cábalas, se cuentan chistes...?
ResponderEliminarJesus, la sabiduría es un Don. Un regalo. Tu la tienes.
ResponderEliminarAbrazo.