Todos los días hay un motivo para levantarse.
Por nuestro bien y el de los demás es necesario poner los pies en el suelo, encarar la vida de la mejor manera y vivir...
Jesús Rodríguez Arias
LEVÁNTATE
Porque nadie lo va a hacer por
ti, nadie se puede poner en tus zapatos, caminar tus propios pasos, ver la vida
desde tus ojos, sentir lo que siente tu propia piel. Levántate porque lo que te
toca hacer por la vida y también por los demás es cosa tuya y de nadie más.
¿Qué cuesta levantarse? ¡Por
supuesto! Y más cuando te aqueja la tristeza, el desánimo, el dolor, los
padecimientos, la pereza, o la concepción de que no interesas a nadie pues no
te sientes querido.
Cuando tenemos problemas,
cuando nos sentimos pesarosos, lo primero que pensamos es llegar a casa y
meternos en la cama, huir de la realidad, del presente, para nadar en el
subconsciente que todo lo disipa. Lo malo es que cuando nos acostamos
preocupados la almohada no es buena consejera ya que todo lo vemos demasiado
negro e incluso podemos creer que nada de lo que nos está sucediendo tiene
solución. Es bueno descansar para surjan las ideas y por eso mismo tenemos la
obligación moral de levantarnos y coger el toro por los cuernos.
Algunas veces es la salud que
se quiebra y no nos deja levantarnos tal y como quisiéramos, aunque en esos
casos, si la propia integridad personal lo permite, debemos intentar poner un
pie en el suelo, aunque sea para sentarnos en el sillón. Este solo hecho nos
demuestra a nosotros mismos que tenemos confianza, que estamos haciendo todo lo
posible para continuar.
Otra forma de levantarse,
cuando la negritud lo envuelve todo, es alzar el ánimo y con este la Esperanza.
Estar animado también cura, aunque sea de puertas para dentro. Siempre
recordaré el saludo de mi querido y siempre recordado Pepe Macías: “Sursum
corda” o lo que es lo mismo: ¡Arriba los corazones!
Para levantarse, estemos como
estemos, la base fundamental es tener Fe en uno mismo y por supuesto en Dios
que es lo más importante. Él hace brotar fuerzas que creíamos agotadas, restaña
las más dolorosas heridas, nos inunda de ánimo y Esperanza, nos hace ver que el
dolor es parte consustancial de la vida, nos ofrece el reparador descanso, nos
hace divisar la luz en la oscuridad, nos hace comprender que levantarse es la
mejor opción que tenemos.
Y por muy mal que vaya el
mundo, por muy desorientada que esté esta sociedad que cada día parece más
podrida, por muchos desengaños que sufras de esas personas que creías tan
cercanas, por el vacío que a lo peor sientes en lo más profundo del alma,
tienes que levantarte, aunque los dolores y el pesar te puedan limitar, porque
si no pones los pies en el suelo y asumes lo que debes hacer, lo que tienes
encomendado, no tendrás derecho a quejarte de cuánto te rodea porque con tu
pereza, indolencia y miedo estás haciendo lo que tanto críticas y tanto dolor
te causa.
El mundo, la vida, no está
hecho para los cobardes, para esos que tiran la piedra y después esconden la
mano, para los que cambian de criterio según el interés de cada día, para los
que su palabra y honor valen lo que la falsa moneda.
Toca ser valiente ante una
humanidad que tiende a lo contrario, toca ser coherente ante una sociedad que
preconiza equivocados mensajes, toca tener criterio propio ante el pensamiento
único que quieren instaurar los poderosos del mundo. Toca abanderar las que
parecen causas perdidas como el honor, la palabra, la excelencia, la Libertad,
lo verdaderamente bello, el humanismo, el ser antes que el parecer, el Amor con
mayúsculas, la tolerancia y el recíproco respeto, la Fe en Dios que es Justo y
Misericordioso.
No es fácil, ya lo sé, a mí
también me cuesta levantarme cada mañana, pero tengo que hacerlo por la propia
dignidad personal, por mi mujer, mis seres queridos y todos los que en alguna
manera me acompañan. Cuantos más años se van teniendo aparecen nuevos dolores y
aunque las preocupaciones son las mismas ya las afrontas de distinta manera. Es
lo que llaman madurez.
Hay que levantarse cada día,
tomándonos nuestro tiempo, pues toca arremangarse y hacer lo que cada uno deba
por el bien de nuestra humanidad.
Jesús Rodríguez Arias
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