Pienso, y más en estas fechas tan concretas, es bueno dar un pequeño toque de atención a quienes corresponda ante situaciones que por no saberlas solucionar a tiempo generan tantos malos entendidos y tanto dolor por lo injustas que son.
De esto hablo en mi semanal tribuna de todos los lunes en San Fernando Información.
Jesús Rodríguez Arias
¿HERMANOS?
Es verdad que hermanos,
cofradieramente hablando, son los miembros de una hermandad, los que pertenecen
a la misma, pagan sus cuotas, tienen sus derechos y también obligaciones. Pero
mi pregunta es la siguiente y de ahí el título de este artículo. ¿Son todos los
hermanos iguales?
En el concepto estatutario sí
pues todos los que integran la cofradía en cuestión ostentan ese título, todos
a su vez son depositarios de los privilegios que les son inherentes, así como
de las obligaciones para con su hermandad.
Aparte de lo jurídicamente
hablando también se puede hablar de lo personal-sentimental pues en este tipo
de eclesiales instituciones el factor de los sentimientos propiamente dichos es
más importante que los conceptos legales o incluso normativos.
Lo ideal es que exista armonía
entre las correspondientes juntas de gobiernos para con los hermanos. Eso sería
lo normal e incluso deseable, aunque exista una parte importante de miembros de
la cofradía que solo se les vea el pelo en cuaresma y el día señalado en las
reglas o estatutos como el de la salida penitencial o estación de penitencia.
Lo malo es cuando un hermano,
que puede haber sido incluso en su día miembro de junta, difiere con una o
varias decisiones de esta y del hermano mayor que en su momento estuviera. Ese
hermano/a se encuentra de la noche a la mañana totalmente solo pues ni los que
están de acuerdo con él son capaces de exponer los postulados que siempre han
defendido. Todos hacen un muro de contención, todos se convierten en una manada
de gaviotas, parafraseando esa magnífica fábula en forma de novela escrita por
Richard Bach llamada “Juan Salvador Gaviota”.
Y poco a poco, entre unos,
otros e incluso él mismo, se va apartando de la vida diaria de la hermandad,
dejando de pertenecer por motu proprio al órgano rector, asistiendo a los
cultos y poco más a pesar de la frialdad que siente cuando llega a la que ha
sido su parroquia de toda la vida y se encuentra con la siempre injusta
distancia que ponen sus antiguos hermanos de junta e incluso algunos
colaboradores que no quieren ver peligrar su “estatus” dentro de la corporación
en cuestión.
Dicen que no hay mayor
desprecio que no hacer afecto y eso es lo que ha pasado y seguirá sucediendo en
todos los órdenes de la vida también en las instituciones propiamente dichas,
aunque cuando se tratan de las eclesiales como son las hermandades y cofradías
es más doloroso si cabe pues se está atentando contra los más sagrados
sentimientos.
Muchos dejan de pertenecer a
la nómina de la cofradía y otros permanecen esperando que alguna vez cambie su
“suerte”, entre nueva gente en los órganos de gobierno y pueda vivir desde la
normalidad su vocación cofrade en la hermandad de siempre como lo fue hasta
aquél aciago día que se atrevió a diferir de una decisión o un comportamiento
más o menos cuestionable con su coherencia personal.
Lo malo es que en el mundo
cofrade pocos cambios significativos existen en cuanto a los órganos de
dirección pues más o menos casi siempre están las mismas caras y familias ya
sea dentro o fuera como destacados colaboradores.
Soy de los que piensan que en
los pueblos las filias y las fobias se heredan. Pues también esto pasa en
nuestras hermandades y cofradías ya que si eres unos de esos hermanos alejados
lo serás de por vida. Es triste decirlo, pero también una auténtica realidad.
Que estas situaciones hayan
ocurrido y que hoy sucedan es lamentable pues se trata de una institución de la
Iglesia Católica, y sus miembros, los que ejercen labores de dirección dentro
del apostolado cofrade en cada hermandad deben ser creyentes coherentes y
consecuentes con la Buena Nueva que nos dejó Jesús, cuya imagen sagrada va
arriba del paso o trono procesional, donde el Amor, la Misericordia y también
Perdón forman parte del ADN de todo cristiano.
Es muy difícil ser hijo
pródigo cuando el padre no demuestra ningún interés en ir al encuentro de este.
Resulta muy complicado, sentimentalmente hablando, ser hermano de una cofradía
cuando la misma te demuestra una gélida frialdad como mayor “aprecio”.
Jesús Rodríguez Arias
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