Todos tenemos recuerdos de nuestro particular "Día de Corpus".
De esto escribo en mi semanal tribuna de todos los lunes en San Fernando Información (Publicaciones del Sur).
¿Cómo recuerdas tu día de Corpus?
Jesús Rodríguez Arias
DÍA DE
CORPUS
Francisco no recordaba la edad,
pero siempre que veía pasar la procesión del Corpus sentía algo especial, como
si le quemara el corazón con un extraño ardor. Él, curioso por antonomasia, les
preguntaba a sus padres que quién era el que iba en el paso. Su madre llena de
ternura y bondad alzaba la cabeza mientras permanecía arrodillada y le decía a
oído: Jesús.
¿El mismo que nació en Belén?
¿El mismo que rezaba en el huerto? ¿El mismo que azotaron? ¿El mismo que llevó
la cruz hasta que se fue al cielo con Dios Padre? Sí, mi querido niño, el
mismo…
Francisco, al que desde
pequeño llamaban Paquito, creció en un hogar sencillo, humilde, lleno de amor.
Su padre José trabajaba en Bazán como soldador, su madre Carmen lo hacía en
casa, cuidando a los niños, y cuando podía echaba una mano a su amiga Rosa limpiando
escaleras.
Paquito tenía cuatro hermanas
más: Carmela, Lola, María y Pastora. Él era el benjamín de un hogar que olía a
limpio, a puchero del bueno, a ropa lavada y recién planchada.
Su padre José al igual que el
abuelo Antonio pertenecían a la misma hermandad. El mismo día que nació el niño
su abuelo lo apuntó incluso antes que en el registro civil. A su abuela
Mercedes la recordaba siempre con gesto afable y ojos llenos de piedad. Hace ya
tres años que marchó al cielo por culpa de una mala caída de la que nunca llegó
a reponerse. Desde entonces el abuelo Antonio vivía en casa y aunque seguía
teniendo la fuerza de un león se le veía, como decirlo, más solo y perdido.
Con los años Paquito fue
estudiando a trompicones hasta llegar a Formación Profesional. Ya por aquél
entonces pasó de colaborar con la hermandad de la familia a ser vocal en la
junta de gobierno. No cabía en sí de orgullo porque tanto su padre José como su
abuelo Antonio también fueron en su día miembros de junta. Don Romualdo, así lo
llamaba todo el mundo, era un venerable anciano que se había dedicado en cuerpo
y alma a la cofradía, y desde tiempos inmemoriales adorando al Santísimo
Sacramento del Altar.
Una vez le dijo a Paquito que
con su tesón y buen hacer seguro que algún día llegaría a ser hermano mayor. No,
Don Romualdo, para eso hay que ser un caballero cristiano como lo es usted y
yo, aunque me lo propusiera, nunca podría imaginar serlo. ¡¡Llegarás, hijo mío,
llegarás!! Y se fue el venerable anciano para rezar ante el Sagrario con los
ojos impregnados en lágrimas.
Al terminar la FP aprobó unas pruebas en las que ingresó como aprendiz en la E.N. Bazán en la rama de electrónica que era donde había desarrollado su formación. Con el tiempo fue ascendiendo, llegando incluso a ingeniero ya que con esfuerzo pudo aprobar la correspondiente titulación.
El tiempo había pasado para
todos. Su abuelo Antonio murió tres años después que la abuela Mercedes. Su
padre se jubiló y sus hermanas emprendieron el viaje de sus propias vidas. Dos
se casaron formando sus familias mientras María y Pastora se trasladaron a
Sevilla y Granada para estudiar sus carreras y allí se quedaron.
Paquito se casó con María
Luisa y lo hizo en la Iglesia donde estaba radicada la hermandad de su vida,
donde cada día rezaba en el Sagrario a Jesús Sacramentado tal y como lo hizo
toda su vida Don Romualdo, el que fuera hace ya muchos años hermano mayor. Cada
vez que se sentaba ante el Tabernáculo sentía arder su corazón mientras una paz
infinita recorría todo su ser. Si en verdad la gente creyera que Jesús reside
en el Sagrario nadie se separaría de su vera…
Semana llena de actos
organizados por la Comisión Pro-Corpus como preparación al próximo domingo que
saldrá por las calles de San Fernando Jesús Eucaristía, irá acompañado de Su
Madre bajo las advocaciones de Carmen y Pastora, también de su terrenal Padre,
San José e incluso de San Miguel Arcángel que es nuestro protector frente a las
malas artes del demonio.
El domingo dos de junio La
Isla vivirá de nuevo un día grande.
Jesús Rodríguez Arias