La RAE la define como la
acción de cotillear, chismear, chismorrear, chinchorrear, chafardear, comadrear.
Siendo muy utilizada esta acepción en los pueblos, ya sean chicos o grandes, de
nuestra bendita España.
En los pueblos, algunos tan
pequeños como una comunidad de vecinos de un bloque de piso, la vida adquiere
un paso más lento y cuando en estos no sucede nada destacable a diario pues
hace que algunos en la vecindad se dediquen, para matar el tiempo, en hacer uso
de la imaginación dándole a la sinhueso para todo aquel o aquellos que los
quieran escuchar.
La acción de alcahuetear no
distingue rangos sociales, ideología o credo. Cotillear, chismorrear,
comadrear, lo hace desde los últimos a los primeros, aunque dependerá de cada
cual el asumir, creer o entrar en la cadena de lo que dijo este o respondió
aquél.
Pero no solo en los pueblos
pasa esto, también en la ciudad, barrios, comunidades de vecinos. Se puede
decir que es un mal muy extendido en el género humano y más si aparece el
aburrimiento o el no tener nada que hacer.
Una de las armas más letales es
la lengua, conocida también como la sinhueso, pues esta puede levantar
verdaderas calumnias que difaman a la persona a las que van dirigidas haciendo
recaer sobre esta el peso infame de los juicios de valor de una sociedad
emputecida que prefiere asumir lo que dice fulanito a creer a quién ostenta la
verdad pues la puede demostrar no solo con argumentos. Esto pasa ante la mirada
de quienes deberían cercenar estas cuestiones y en vez de eso prefieren mirar
hacia otro lado dando con su cobarde actitud cuartos al pregonero.
En mi casa no éramos muy dados
al chismorreo barato, eso de alcahuetear no entraba de puertas para adentro. No
recuerdo a mi madre criticar a nadie, el cotilleo le era especialmente
desagradable y nunca se creía lo que decían los demás de alguien en particular.
Ella era más de hablar a la cara, decir lo que se debiera en cada momento con
la máxima claridad y así la persona que tenía enfrente tenía la capacidad de
argumentar lo que quisiera.
Cuando me casé con Hetepheres me encontré con el mismo modo de vida ya tanto ella como Conchita, su madre, y los tíos Charo y Miguel nunca fueron de criticar sino más bien de ayudar a cuantos podían. Me crie y he vivido desde siempre entre personas de Honor y Fe será por eso por lo que ayer, hoy y siempre no me preocupe de los chismes mientras estos no atenten contra mi familia o aquellas personas a las que quiero como tales.
El ser claro y cristalino en
todas las facetas de la vida tiene muchas ventajas y también inconvenientes ya
que esta intoxicada sociedad prefiere las medias tintas en forma de puñaladas
traperas. Lo bueno de ser uno mismo siempre, de vivir en los valores y virtudes
que te han enseñado desde la cuna, es que las personas más cercanas, amigos y
hermanos del alma son también de la misma condición. A mí me hablan de noticias
de cotilleos rosas y me pierdo al igual que con los “famosos” de ahora a los
cuales no he visto en la vida. Yo soy muy feliz con mi mujer, mis dos perritas
y mi gatito cántabro llamado Pelayo. Me siento pleno en la biblioteca rodeado
de libros o escribiendo, aunque llevo un tiempo que me está costando hacerlo,
disfrutar de una película clásica, aprender con documentales, hacer puzzles con Hetepheres o sorprenderme con
el modus vivendi de los tacaños más extremos. Escuchar música, leer, conversar de
todo un poco con personas cercanas que siempre me aportan ya estén cerca o
lejos. Hablar por teléfono con amigos de siempre o de Cantabria donde también
hemos hecho muchos y buenos.
Pienso que para no entrar en el
bucle de la crítica sin piedad lo mejor es tener una vida plena. Y lo demás se
lo dejo a los demás.