Esta historia, cual Camino de
Santiago, va de peregrinos de la vida, de encarar la misma, con sus agotadoras
subidas y rápidas bajadas, de transitar los senderos existenciales desde la Fe,
Esperanza y Caridad, de vivir en modo Amor.
La historia de estos dos
peregrinos es de las que te hace reflexionar, de las que te hace detener el
paso para leerla y lo que se saque entre líneas sea una razón para hacernos
pensar. Comenzaron su camino común pronto, en el trayecto fueron creando una
familia. Dos hijos y una hija que comenzaron a caminar con ellos con pasos
llenos de mesura y cierta inseguridad como es propio en la niñez.
El camino no fue fácil, para
nadie que esté leyendo este artículo tampoco lo es. Un día se encontraron con
una bifurcación del mismo camino y decidieron coger pistas diferentes, ninguno
sabía a donde llegarían, pero siguieron para adelante tras la senda de sus
propios pensamientos.
Y como Dios es tan Justo a la
vez que Misericordioso, después de exfoliar todo cuanto les era innecesario, se
encontraron de nuevo en un punto indeterminado del verdadero camino y
decidieron recorrerlo de nuevo juntos, unidos por el alma y dos corazones que
laten al unísono. La Fe como el mejor bordón, el Amor como única mochila.
Ahora viven en la Felicidad,
aunque la vida les vaya poniendo pruebas como la enfermedad de sus madres, el
devenir de cada día, las preocupaciones propias de los hijos, también sus
alegrías. Ellos saben que la persona que tienen a su lado es la que Dios ha
elegido para que sea su marido y mujer o viceversa.
Tere se nos muestra tal cual
es: Sensible, sencilla, con esa clase de paciencia que se adquiere con los
avatares de la vida, prudente, sabiendo que su sitio es el que ella elige que
sea en cada momento. Gaby, comunicador como pocos, intenta por todos los medios
santificar la vida ordinaria, haciendo que cada gesto, palabra, silencio, sea
una invitación a seguir a Jesús y a su Bendita Madre.
Gaby y Tere pierden todo
cuando están con sus hijos y nieto. En la Familia han volcado su Esperanza. Se
rinden al cariño que la conforma, se entregan a esa clase de Amor donde sobran
las palabras, ante Cristo en Presencia Viva, en el Sagrario donde el Señor nos
espera y también guarda.
Gracias por vuestro ejemplo de
vida, por no rendiros ante las batallas.
Jesús Rodríguez Arias


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