El mundo y España está cambiando a peor, parece que todo vale, que todo está permitido, que todo se puede permitir menos el profesar la Fe Católica pues eso está perseguido, mal visto, y no se puede consentir...
Vienen tiempos recios en todos los sentidos, que nadie se lleve a engaño, pero más para los católicos y por supuesto también para el apostolado cofrade.
En mi primer artículo de este 2020 en Información San Fernando escribo de este tema, sin más...
Jesús Rodríguez Arias
Hoy comienza el año real después de celebrar todo
lo habido y por haber según mandan las tradiciones porque en verdad entre unos
y con el consentimiento del resto la Navidad se ha convertido en una tradición
más en vez de la celebración del Nacimiento de Jesús. Es lo que podemos llamar
la desacralización de las fiestas eminentemente cristianas así como del mundo
en general.
Sí, pienso que los que manejan
los hilos, que no son los políticos, quieren desacralizar todo porque no hay
nada más molesto para ellos que Dios, las creencias en general y sobre todo la
religión católica y por eso vivimos una Navidad que no es Navidad sino la
fiesta de Papa Noel al que damos un protagonismo exacerbado arrinconando, en el
mejor de los casos, el Portal con la Sagrada Familia en sitio público pero
escasamente visible y todo esto pasa con el permiso, también anuencia, de los
que nos decimos cristianos, católicos.
Todo lo que huela a sagrado es
pernicioso, todo lo que sea laicista debe ser no solo respetado sino protegido
por las leyes. Lo religioso y más lo católico no basta con ser escondido en las
sacristías sino eliminado de la faz de este mundo tan banal, donde el
gnosticismo y el sincretismo campan a sus anchas promovido por los poderosos
que tienen vendidas sus almas y no a cualquier precio.
Esto que escribo está pasando,
está a la orden del día, y se distingue con suma facilidad si uno es capaz de
discernir, para eso hay que procurar tener una esmerada formación, y pararse a
mirar en la gran y globalizada ventana de un mundo que nos quiere en continuo
movimiento, deslumbrados por los flashes del consumismo, del interés, del tener
más y más aunque acabemos endeudados de por vida.
Pero de esta desacralización
general también tenemos culpa los cristianos, los católicos, porque de alguna u
otra manera hemos dejado de serlo ante la sociedad. Se puede, se debe, ir a
celebrar la Eucaristía, tener una vida conforme a nuestra Fe pero si eso no va
acompañado con nuestro testimonio de poco sirve. ¿Cuántos nos santiguamos
cuando pasamos por una Iglesia? ¿Cuántos le dicen a ese que le ha contado un
problema que rezará por él? ¿Cuántos vamos rezando con el rosario en la mano por
la calle? ¿Cuántos hablamos de Dios en la esfera pública? ¿Cuántos defendemos
nuestra Fe ante los ataques de nuestros gobernantes? ¿Cuántos alzamos la voz
para decir que por ahí no, que a nosotros no nos van a callar por más que nos
aíslen y nos manden al mayor de los ostracismos? ¿Tanto le debemos al césar que
somos capaces de anular a Dios de nuestras vidas?
Esta es una tarea de todos los
que profesamos la misma Fe y ese dar la cara, ese ser valiente por ser de Dios
y no del mundo la debemos realizar cada uno según nuestras circunstancias,
según los dones que hayamos sido bendecidos, desde los más íntimos a niveles
más generales el que pueda. No nos quejemos de que si los gobernantes quieren
eliminar la asignatura de religión católica, quieren cerrar el grifo a los
colegios concertados de educación diferenciada, quieren imponer la laicidad de
un Estado que es aconfesional constitucionalmente hablando, quieren promover
leyes que atenten no solo con la religión sino contra la ley natural, quieren introducir la cultura de la muerte como opción preferente a la vida. No nos
quejemos de que atentan contra los
insondables fundamentos de nuestra Fe cuando preferimos quedarnos callados,
mirar para otro lado, pensar que eso no nos corresponde a nosotros, decirnos para
acallar nuestras conciencias que al final todo quedará en agua de borrajas.
Tenemos que rezar, y mucho, pero sobre todo tenemos que actuar desde el
respeto, la valentía y sobre todo la coherencia, esa que nos hace Libres porque
no nos defendemos a nosotros mismos sino a la Verdad que es Dios.
Mirad, los cofrades lo tenemos
fácil porque nos dan oportunidades de oro para defender nuestra Fe ante los
desmanes de la persecución que está siendo sometida cada vez que nos subamos a
un atril, escribamos en medios o en
nuestros cuaresmales boletines. Lo tenemos fácil pero os pregunto: ¿Queremos
hacerlo? He ahí la cuestión…
Jesús Rodríguez Arias
No hay comentarios:
Publicar un comentario