Será porque tengo "Nubarrones en el alma" el por qué escribo este artículo tan personal en mi semanal tribuna de Información San Fernando.
Jesús Rodríguez Arias
NUBARRONES
EN EL ALMA
Tengo nubarrones en el alma y
por más que intente pensar en otra cosa no puedo. Tu marcha, lo he de
reconocer, me ha dejado trasquilado y aunque sabía de la gravedad de la
enfermedad no podía suponer lo rápido que ha sido el fatal desenlace. Sí, eras
de esas personas que sin ser amigos has estado muy presente a lo largo de mi
existencia ya sea porque frecuentábamos los mismos caminos, senderos o veredas.
Hace un tiempo, hace más o
menos treinta años, lo fuimos pero la vida con sus decisiones nos separó y no
supimos o pudimos reencontrarnos. En su momento tu elegiste lo que querías ser
y yo también pero en distintas trincheras aunque con casi el mismo pensamiento.
Pero la realidad de una
persona no es tanto lo que hizo en vida sino el mensaje que nos ofreció ante el
dolor, los padecimientos, la enfermedad y la misma muerte. La realidad no es el
éxito efímero ni el olvido buscado o condenado a ello, la realidad con sus
máximas enseñanzas es cuando llega la postración que nos humilla, nos vence,
nos hace ver que nuestra portentosa fuerza, nuestro ingenio e intelecto no es
nada sin la fuerza motora de la Fe que nos sustenta siempre.
Tuviste éxito, trabajaste año
tras año para conseguirlo, fuiste lo que querías y soñabas, llegaste a metas
altas, gobernaste y siempre tuviste ese poder de decisión que tan duro es, tan
pocos amigos de verdad genera y tantos enemigos afloran. Si no hubiera llegado
la enfermedad seguro hubieras degustado nuevas mieles que te hubieran puesto en
ese lugar ampliamente soñado que se consigue después de tantos años de plena
dedicación. No fue posible, el mal que padecías te dio la cara y entonces todo
lo que antes era importante dejó de golpe y porrazo de serlo.
Encaraste esta recta final
desde la valentía, y es bien difícil el serlo en semejantes circunstancias
cuando toda la vida se viene abajo así como así. Valentía, coherencia,
alejamiento de todo en busca de la deseada soledad de la Fe hecha Piedad, Esperanza y Misericordia.
Lo que es la vida supe de tu
deterioro, de tu enfermedad cuando casi nadie lo sabía pero permanecí en el
sepulcral silencio del respeto, guardé esa información que venía de buenas
manos en lo más hondo del corazón. No creo en las casualidades, pienso que fue
el Señor el que fue bondadoso conmigo y me puso al tanto de estos conocimientos
para que, por los cauces que fueran, estuviera preocupado de como ibas,
estuviera al tanto de la evolución y sobre todo del mensaje de fortaleza que
lleva implícita el enfrentarse a este padecimiento tan letal como doloroso.
Y bien que nos has regalado un
testimonio de vida ante el dolor, la enfermedad y la misma muerte que debe
servirnos de enseñanza para cuando a nosotros nos llegue la hora. Personalmente
te doy las gracias por tu testimonio de vida ante el final de la misma.
No, no éramos amigos aunque hubo
día hace casi tres décadas llegamos a serlo, no nos relacionábamos ni
coincidíamos siquiera pues nuestros mundos eran demasiado distintos pero tengo
que darte las gracias porque en los momentos finales he descubierto los valores
y virtudes que atesoraban en tu corazón, he descubierto que cogiéndose de la
mano de Jesús hallamos nuestro descanso pues su yugo es llevadero y su carga
ligera, que la cruz que llevamos sobre nuestros hombros es el mejor de los
asideros para alcanzar la gloria, que vale la pena lo que Dios quiera para
nosotros porque siempre es bueno y necesario en nuestras vidas aunque en
nuestras cortas entendederas no lleguemos a comprenderlo.
Te has ido como decidiste
afrontar la enfermedad: En silencio y cogido a la Virgen del Carmen a la que
amabas sin fisuras.
Ahora tus seres queridos, tus
hermanos del alma, amigos y legión de conocidos no se lo creen, están en ese
lógico aturdimiento que produce la muerte de una persona cercana y querida por
igual. A ellos mi pesar.
Y a ti solo decirte que algún
día nos reencontraremos y entonces ya no habrá pasado, ni circunstancias ni
momentos porque todos somos hermanos en un mismo Dios verdadero.
Descansa en Paz, te lo
mereces.
Jesús Rodríguez Arias
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