Después de 41 días vuelvo a mi semanal tribuna de todos los lunes con las pilas algo más recargadas para intentar escribir cuanto pienso de lo que me rodea, de lo que está pasando, y siempre desde un punto de vista humanista que es base fundamental en mi vida.
Hoy mi primer artículo de este curso 2020/2021 tiene un título muy personal en ofrezco mi opinión y también abro mi corazón.
Os dejo con "La Atalaya" agradeciendo a este medio de comunicación en el que me honro pertenecer hace ya muchos años su confianza y apoyo en todo momento.
Jesús Rodríguez Arias
Septiembre
es comienzo de un nuevo curso donde se desarrollarán las actividades que
permita esta maldita pandemia que estamos padeciendo y que ha borrado de
sopetón la vida tal y como la entendíamos. La nueva realidad, que no
normalidad, tiene mucho de irreal.
Os
debo reconocer que me está costando Dios y ayuda volver a ponerme delante de esta
página en blanco pues acabé agotado mentalmente después de vivir y escribir mi
opinión de cuanto iba aconteciendo en el confinamiento que detuvo a España y a
los españoles hasta meternos literalmente en casa con el fin de poner freno a
una pandemia que acampaba a sus anchas sin que nuestros gobernantes supieran a
ciencia cierta qué hacer y que es lo mismo que está pasando en estos momentos. Dicen
que nuestros niños vuelven a los colegios, más adelante pienso lo harán los jóvenes en institutos y universidades,
dicen que está todo “preparado” aunque en verdad esto último dista mucho de ser
creíble, dicen que hay “coordinación” entre gobiernos central y autonómicos,
dicen que han marcado las necesarias directrices, pero en verdad opino que esto
es un experimento en el que se pone innecesariamente en peligro las vidas de
nuestros hijos, sus padres y familiares así como la de los profesores, maestros
y demás profesionales que ejercen sus funciones en los centros educativos.
Existe mucha incertidumbre a lo que pueda pasar y este miedo es sin duda alguna
por la clara desinformación de la realidad de lo que está pasando. Mi madre
decía que quién evita la tentación, evita el peligro y la vuelta al cole en
estos momentos con la de contagios que hay es un verdadero peligro.
Muy
preocupado me tiene mi querida Isla de León pues leo estupefacto como los casos
de coronavirus se expanden por día que pasa. San Fernando, para nuestra
desgracia, se ha convertido en una de las ciudades con mas contagios a nivel
provincial pero eso no ha sido óbice para que se haya programado un verano
completo de actuaciones, conciertos y actividades. Se pide a la ciudadanía
prudencia y responsabilidad aunque eso también mismo habría que exigírselo a
los poderes públicos que tienen que velar por la salud de todos.
Pero
esa exigencia a las instituciones no descarta nuestra responsabilidad ante el
cumplimiento de las normas sociosanitarias que se están implantando con tal de
frenar la virulenta segunda ola de la pandemia que la mayoría han cumplido pero
muchos se han pasado por el forro todas las indicaciones y esto ha hecho que
hoy estemos como estamos.
A título
particular os diré que mi vida ha cambiado por completo pues ya estamos
instalados plenamente en Villaluenga del Rosario, en La Atalaya que es mi
bendecido Hogar, viviendo una vida más mesurada donde se puede degustar lo que
es la pureza de lo auténtico. Vivir en un pequeño pueblo es lo mejor que me ha
podido suceder aunque lógicamente hay que estar preparado para ello. Aquí las
horas parecen se alargan, como la vida, aquí aprendes cada día y valoras las
lecciones de esos pastores y ganaderos, de los jóvenes o de ese vecino que
comparte sus pensamientos contigo y de los mayores que atesoran esa clase de
sabiduría que solo se adquiere con el pasar de los años.
Aquí
compruebas que la Fe siendo recia también es popular. Aquí valoras la
tolerancia y el respeto, aquí se está para todos y si alguien necesita ayuda no
van a faltar manos. Aquí amanece y languidece cada día con una imagen de
indescriptible belleza.
En La
Atalaya me asomo al mundo sin que él me vea pues todo queda tras la montaña. En
La Atalaya escribo alejado del mundanal ruido y cuando la tarde se va haciendo
noche me siento en ese lugar en el que diviso todo desde lo alto a conversar
con Hetepheres, leer un buen libro, comprobar que la oscuridad del siempre romántico
anochecer no ensombrece la belleza de este bendito rincón y escucho la
deliciosa música que a esa hora suena en la casa de mi vecino mientras él pierde
la mirada en su particular horizonte y escribe versos a esa noche tan llena de
embrujo y silencio solo roto por el tañer de las campanas de la siempre cercana
Iglesia de San Miguel Arcángel.
Jesús
Rodríguez Arias
Gran belleza de artículos, como siempre, Enhorabuena. Bss
ResponderEliminarQue aproveche y aprovechala sin prisas que tienes Atalaya para largo, Dios así lo quiera y eso le pido, hermano.
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