El querer gustar y agradar a todos es una pérdida de tiempo porque al final no se consigue absolutamente nada...
De esto va mi artículo de este lunes en Andalucía Información - Información San Fernando.
Jesús Rodríguez Arias
GUSTAR
A TODOS
Es imposible pues siempre
habrá alguien que no comparta tus formas, opinión, y estilo de vida. Nadie
puede gustar a todo el mundo y además no es bueno que así sea.
A lo mejor el secreto radica
en vivir la vida sin importar lo que los demás piensen de uno. Para llegar a
esta conclusión tienes que haber recorrido un trecho generoso de tu particular
sendero existencial pues cuando somos más jóvenes e idealistas pensamos mucho
más en gustar al resto, en ser aceptado a nivel general, prestigiado por
propios y extraños, ser queridos por todos sin excepción.
El mantener esa permanente
anuencia del respetable hace que no hagas, digas, pienses, lo que en verdad
quieres sino lo que le gusta al resto. En el mundo virtual de las redes
sociales eso se ve enseguida. ¿Cuántos publican y están controlando el número
de “me gusta”? Todos parece que queremos estar en ese atrio de la influencia
social y comunicativa, mostrando una vida que en ocasiones dista mucho de la
realidad, ofreciendo pensamientos y vivencias amén de amarguras por el solo
hecho de ser aceptados por la plebe.
Nada de lo que hagas puede
gustar a todo el mundo pues muchas veces los que hoy te aplauden mañana te
critican, los que hoy te quieren lejos mañana te admiran. Lo que hay que
intentar por todos los medios es ser libre, veraz, y coherente en planteamientos
de vida, pensamientos, y la forma de expresar los mismos. Ser siempre uno mismo
esté donde esté y con quién esté.
Cuando se consigue, tendrás
gente que te aplauda, otras te criticaran abierta o sesgadamente, pero al final
conseguirás lo que pocos: Ser una persona de fiar y por tanto respetada.
Para ser libre, veraz, y
coherente ante todos tienes que serlo también contigo mismo. Es ponerte cada
día, cada instante, tu propio listón lo más alto posible, pensar mucho antes de
hacer o decir pues la conducta propia y con los demás tiene que ser de
aplastante coherencia.
Muchos son los que me
preguntan si a la hora de escribir esto o aquello pienso en mis lectores y
siempre les contesto que no, que escribo lo que la divina inspiración me va
dictando, me tiene que gustar a mí primero, corrijo cada texto mil veces antes
de darle el visto bueno y enviarlo para que se publique. Siempre recordaré a un
lector un poco molesto con un artículo de opinión que me dijo: ¿Usted que ha
querido decir con lo que ha expresado? Pues justamente lo que he escrito, fue
mi contestación.
Tanto en la esfera pública
como privada nada de lo que hagas será bien visto por todos. Si en un
matrimonio, que lleva una vida en común, existen en ocasiones diferencias de
criterios dígame con lo que trasciende del ámbito íntimo y familiar.
Por eso pienso que el querer
agradar a todo el mundo es una verdadera pérdida de tiempo porque al final no
se consiguen ninguno de los objetivos marcados y además resquebraja la personal
forma de ver y entender la vida que cada cual tenemos. Para ser libre y
coherente hay que pagar un alto precio que es estar preparados porque muchas
personas te pueden dar la espalda, algunos incluso conocidos a los que creías
amigos. Es la soledad el necesario peaje para vivir desde la libertad.
Tener criterio propio y
exponerlo con total libertad no quiere decir que desprecies al resto en sus
planteamientos ya que aun estando en las antípodas de pensamientos el respeto
mutuo debe rodear cada uno de nuestros actos. Si todos fuésemos algo más
respetuosos con los demás seguro que la vida nos iría mucho mejor que nos va y
la sociedad sería más rica en valores.
Ruego a todo aquel que tenga
la oportunidad de escribir en una tribuna de opinión, todo el que se ponga tras
un atril, exprese en total libertad lo que en verdad crea y sienta. Dios nos ha
regalado un don para ponerlo al servicio de la Verdad que no busca tanto la
autocomplacencia ni el falso aplauso sino el inquietar conciencias.
Fácil ya digo no es, pero si
muy gratificante al final.
Jesús Rodríguez Arias
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