Mis recuerdos del día del Cerro tienen olor a frutos secos y frutas de temporada...
Tienen sabor a La Isla de mi infancia.
Hoy 23 de octubre, día de San Servando y San German, quiero escribo de este tema en mi semanal tribuna de todos los lunes de San Fernando Información.
Jesús Rodríguez Arias
DÍA
DEL CERRO
Era el tiempo en el que mi
madre iba a Tejidos Aparicio y Calzados Carmelín para hacer las compras que nos
tenían que durar como mínimo todo el invierno. Pantalones, camisas de franela,
calcetines de lana, algún que otro jersey. Al nacer el último y a años de
diferencia con mis hermanos la ropa no la podía heredar como hubiera sido lo
normal en una casa como la nuestra.
Los zapatos, estilo Gorila, se
los compraba a Carmelín en su zapatería, más adelante en la esquina de Manuel de
Falla con Real estaba situada la Pastelería Nuestra Señora del Carmen y sus
tradicionales bollos de leche espolvoreados con azúcar. Cuando entrabas en el
salón estaba dividido en el despacho de dulces y al final del mostrador una
barra donde los habituales tomaban una copa de vino con una tapa de buen queso.
Siguiendo por la misma acera te encontrabas Papelería “El Cano”.
El chaquetón en casa no se
compraba pues se heredaba el de paño de la Marina. Mi abuelo Félix era coronel
de Infantería de Marina y en casa sus chaquetones eran remendados para que nos
sirvieran tanto a mi hermano como a mí.
Era octubre y el frío húmedo
tan característico en nuestra tierra ya había hecho acto de presencia en la
semana donde toda La Isla celebraría el Día del Cerro.
Recuerdo a mi madre María del
Carmen y Tata, inseparables hasta el último día, preparar todo para que los
niños vivieran la tradición con mayúsculas de ese día en que todo San Fernando
se trasladaba al Cerro de los Mártires y allí celebrar la festividad de San
Servando y San German que según dicen fueron martirizados hasta morir en ese
lugar.
Frutos secos y frutas de
temporada era lo que allí se consumiría. Fe y Tradición en el sentido más
auténtico. Una de las fechas señaladas para todos los cañaíllas, festivo local.
En el Cerro se podían ver desde la chiquillería venida de todos los lugares de
San Fernando hasta adultos y ancianos pasando por jóvenes que reían y tocaban
la guitarra. Era algo tan nuestro que, por muchos intentos, siempre loables, de
recuperar la fiesta hoy en día ya nunca podrá ser lo que antaño fue.
El día del Cerro tal y como lo
conocimos los de mi generación murió a manos de la celebración cada 24 de
septiembre fecha de la sesión de Cortes Constituyentes de 1810 que tuvieron
lugar en la Casa de Comedias, hoy Real Teatro de las Cortes.
Una fiesta que conmemora un
innegable e importante hecho histórico defenestró casi al olvido durante
algunos años al llamado día del Cerro que se celebraba tal día como hoy lunes
en La Isla de León. Una vez más una fiesta laica de nuevo cuño se llevó por
delante otra de origen cristiano como la de los copatrones San Servando y San
Germán que hoy en día se pone en valor con un programa de actos cultuales y
lúdicos que son de justicia reseñar.
Con este artículo solamente
quiero reivindicar los recuerdos de miles de isleños que vivieron en primera
persona lo que en tiempo fue el día del Cerro con sus condicionantes litúrgicos
y devocionales, así como eminentemente tradicional. Seguramente, quién lo puede
saber, la fiesta que se celebraba cada 23 de octubre estaba por aquél entonces
destinada a morir como tantas otras tradiciones y que la celebración del 24 de
septiembre ha puesto en valor el constitucionalismo de esta noble, invicta y
bicentenaria ciudad, aunque hay que decir que esta efeméride también ha perdido
algo de esencia en los últimos años.
En mi caso intento mantener en
el cesto de los recuerdos que huelen a frutos secos como castañas, almendras, avellanas
de los toros y frutas de temporada. Las vivencias cuando se observan con los
ojos de la niñez siempre parecen más dulces pues todo queda remarcado con los
colores que dan la inocente expectación y alegría. La vida, aunque en mi casa por
aquellos tiempos era difícil, se puede decir que se desarrollaba desde la más
absoluta normalidad.
Quiero dedicar este artículo a
un querido amigo y hermano que hoy precisamente cumple años.
Jesús Rodríguez Arias
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