Pienso que ser cañaílla errante no es una condición sino un estilo de vida.
Y de esto os hablo en mi semanal tribuna de todos los lunes en San Fernando Información.
Jesús Rodríguez Arias
CAÑAÍLLA
ERRANTE
Pues aquí me hallo, en la
tranquilidad de la mañana, mientras se escucha el chorrillo del agua caer en la
fuente, los cencerros que avisan que los caballos percherones se acercan a su
paso, como Mastina ladra mientras permanece sentada pues ya son muchos años los
que lleva encima. Antes ha pasado Segundo, esta mañana bien temprano he escuchado
el tractor de Fernando. La vida es apacible en este lugar del mundo llamado
Loma Somera que como todos sabéis se encuentra en Cantabria que es infinita e
inabarcable.
Muchos son los que me han
dicho, algunos con sorpresivo interés y otros con agrado, que les gusta lo que
he escrito como estado en WhastApp: Cañaílla errante. Es mi carta de
presentación pues así me siento.
Errante por decisión propia ya
que un día nos liamos la manta a la cabeza y nos fuimos a vivir a la que es La
Atalaya de nuestra vida en un pueblo único en todos los sentidos como es
Villaluenga del Rosario. Errante porque desde el pasado año pasamos temporadas
en este pueblo de la Cantabria interior, que tanto me está enseñando, con muy
pocos habitantes, que está vivo gracias a los que residen todo el año y los
hijos del lugar que tienen casa y segunda residencia. Errante porque soy y me
siento Libre sin apenas ataduras.
Creo que esta condición
personal es en verdad un estilo de vida. Ser un cañaílla errante para mí es ser
un poco ciudadano del mundo sin perder de vista tus propias raíces. Podré vivir
en muchos sitios, nutrirme de muchos lugares, aprender de todos y en todos los
países, ciudades y pueblos que conozca, pero siempre seré, porque así lo quiso
Dios, cañaílla y callejolero.
Cuando transito el camino de
la madurez, cuando la vida ya va teniendo demasiados recuerdos, cuando ya
puedes echar la vista atrás, cuando vas adquiriendo esa clase de experiencia
vital que haces veas todo con distintos ojos, que la mirada aun pareciendo
cansada todavía alberga grandes dosis de ilusión, Fe y Esperanza, cuando uno ya
sabe lo que quiere, a quienes quiere, y lo que no, es el momento en el que comprendes
que sin raíces no eres nada ni nadie.
Estoy orgulloso de ser
originario de La Isla, de la Constitucional y Bicentenaria Ciudad de San
Fernando, de un barrio humilde y marinero que tiene como Reina y Madre a la
Santísima Virgen del Carmen Coronada. De una ciudad a la que querré mientras viva,
aunque poco a poco vaya perdiendo su propia identidad. Esto no es un mal exclusivo,
sino que por culpa de la globalización y de la programación de quienes lo agendan
todo son ya muchos lugares los que paulatinamente han ido perdiendo su sello.
Esto, gracias a Dios, no ha llegado todavía a los pequeños pueblos llámese
Villaluenga del Rosario, llámese Loma Somera, o llámese como se quiera. Es
verdad cuando se dice que en los pueblos se mantiene intacta la historia, las
tradiciones, devociones, que son propias de nuestra bendita España.
Será por eso por lo que muchos
para vivir elijan los pueblos a las ciudades, serán por eso busquen la pureza
en los lugares que todavía son auténticos.
Yo soy inmensamente feliz
donde esté mi Familia, es decir, Hetepheres. Mi mujer es pilar fundamental y
aunque ella piense que es una exageración puedo decir sin temor a nada que es
la que ha puesto el vibrante color del amor en mi propia existencia. No
entiendo la vida sin ella para mí mayor alegría.
El sol cae meloso, el aire ya
es más fresco que en días anteriores, el verdor empieza a predominar haciendo
que la vista descanse en mullidos valles y montañas donde pacen las Tudancas. Enriqueta
a la sombra en el patio mientras Hetepheres lee aprovechando los últimos rayos, Fernanda entra y sale de la casa. Miro por la ventana de mi
escritorio-cocina aquí en Loma Somera y observo como Carmen riega sus floridas
macetas. Jesús, con sus quehaceres mientras Mastina sigue plácidamente sentada.
Siempre tendré a Luna en mis recuerdos.
Por experiencia sé que la vida
se dibuja mejor con los colores de la sencillez…
Jesús Rodríguez Arias
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