lunes, 13 de mayo de 2019

El Cristo de mi alcoba.







Abrí mis ojos a la Fe en medio de una Familia de recias creencias.

Abrí mis ojos a la Fe teniendo por Ilustre Vecina a la Virgen del Carmen, Patrona de la siempre bendita Isla de León.

Abrí mis ojos a la Fe en un barrio humilde, marinero, sencillo...

Abrí mis ojos a la Fe mirando a los ojos del Cristo de mi alcoba...

Hoy mi semanal tribuna en Información San Fernando es intimista, es personal, es muy mía...

Jesús Rodríguez Arias 



EL CRISTO DE MI ALCOBA



Lo recuerdo desde siempre, creo que fue lo primero que vi cuando abrí los ojos al mundo. Cuando le preguntaba a mi madre desde cuando estaba, en las frías tardes que pronto alcanzarían la noche en esos inviernos de mi infancia mientras en la penumbra de la vela se podía ver el hermoso rostro del Cristo crucificado de mi alcoba, qué tiempo llevaba con nosotros ella siempre me contaba que también abrió los ojos con él.

Siempre estuvo en casa me decía mi tía Magdalena cuando en mi erre que erre infantil quería saber el tiempo que llevaba con nosotros. Mi tía Antonia también me refería que ella lo vio en esa alcoba que en mi ya lejana infancia ocupaba.

Con el Cristo de mi alcoba aprendí a rezar el Padrenuestro con mi Madre y con Tata. La oración en la boca de un niño es un chapurreo de palabras que llegan al mismo Corazón de Jesús pues viene de la inocencia más pura que siempre es blanca e inmaculada pues todavía no conoce lo que es el pecado, no sabe lo que es la maldad.

Mi Fe creció al calor de una familia de profundas raíces cristianas que amaba sin fisuras a Dios y también a María que para nosotros se llamaba Carmen que daba nombre al barrio donde crecí y que además era nuestra ilustre vecina de pared con pared. Por aquel entonces conocíamos a todos los frailes carmelitas así como a los hermanos legos. Todavía recuerdo al Padre Molina, al Padre Escalona, al  Padre Jorge, también llamado Serafín, al Padre Antonio, al Padre Paco, al Hermano Rafael así como al siempre recordado Hermano Humberto que siempre estaba al cuidado de todo lo relacionado con el Convento, a la Iglesia y sobre todo a la Virgen del Carmen.

Sí, aprendí a rezar, a querer a la Madre de Dios mirando directamente a los ojos de esa preciosa Virgen de negros tirabuzones, revestida con hábito carmelitano, que se llama Carmen y que da nombre a un barrio humilde, sencillo, marinero siendo además Patrona de San Fernando, Alcaldesa Perpetua y Patrona de la Armada Española.

Y aprendí a enamorarme de Jesús, a cuyo Sagrado Corazón mi madre tenía ferviente devoción, mirando día tras día, noche tras noche, los ojos del Cristo de mi alcoba. Aunque he de reconocer que en mi crecimiento de la Fe siempre estuvo mi Familia así como un apostolado único como es el cofrade y más concretamente la hermandad de mi vida: Afligidos.

Madurar en la Fe es un ejercicio de Amor dado y correspondido. A mí me ayudó mucho la etapa en la que fui propagandista estando por aquel entonces mí siempre querido y admirado Alfredo Dagnino Guerra como presidente. Carisma  que tuvo un principio y un final pero que con el pasar de los años recuerdo aquella experiencia con inmensa gratitud. También, sería insensato negarlo, el pertenecer a Caballeros Hospitalarios que es una Institución de la Santa Madre Iglesia que tiene como único carisma la Caridad Cristiana.

La Caridad sin Cristo no es Caridad es solidaridad o lo que quieran llamarla, la Caridad sin Cristo no es Iglesia, será cualquier otra cosa pues la Caridad junto a la Fe y la Esperanza son las tres virtudes teologales que forman parte de nuestra genética cristiana, de nuestra Fe Católica, de nuestra pertenencia a la Madre Iglesia.

Pero quién en verdad me ayudó y transitó conmigo en el camino de la Fe fue mi siempre querido y admirado Padre Don Manuel Orta Gotor. Gracias a él descubrí ventanas abiertas cuando creía que la oscuridad inundaba mi vida, gracias a él comprendí que mi Fe se fundamenta en Cristo Jesús que siempre está conmigo al que puedo recibir cuando comulgo en la Eucaristía, que me espera en  cualquier Sagrario de cualquier Iglesia del mundo.

Mientras me voy aproximando  la cincuentena y los recuerdos se me hacen más palpables, sigo rezando a María que es Carmen, Fátima, Esperanza o Rosario y me gusta perder la mirada en el Cristo de mi alcoba que tengo en casa, en la Atalaya de mi vida, y ahí permanecerá por siempre...


Jesús Rodríguez Arias




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pasión

  Reconozco que a mis cincuenta y cinco años soy más de lo de siempre que lo novedoso y actual. Las nuevas tecnologías aplicadas a la vert...