Abrí mis ojos a la Fe en medio de una Familia de recias creencias.
Abrí mis ojos a la Fe teniendo por Ilustre Vecina a la Virgen del Carmen, Patrona de la siempre bendita Isla de León.
Abrí mis ojos a la Fe en un barrio humilde, marinero, sencillo...
Abrí mis ojos a la Fe mirando a los ojos del Cristo de mi alcoba...
Hoy mi semanal tribuna en Información San Fernando es intimista, es personal, es muy mía...
Jesús Rodríguez Arias
EL
CRISTO DE MI ALCOBA
Lo recuerdo desde siempre,
creo que fue lo primero que vi cuando abrí los ojos al mundo. Cuando le
preguntaba a mi madre desde cuando estaba, en las frías tardes que pronto
alcanzarían la noche en esos inviernos de mi infancia mientras en la penumbra
de la vela se podía ver el hermoso rostro del Cristo crucificado de mi alcoba,
qué tiempo llevaba con nosotros ella siempre me contaba que también abrió los
ojos con él.
Siempre estuvo en casa me
decía mi tía Magdalena cuando en mi erre que erre infantil quería saber el
tiempo que llevaba con nosotros. Mi tía Antonia también me refería que ella lo
vio en esa alcoba que en mi ya lejana infancia ocupaba.
Con el Cristo de mi alcoba
aprendí a rezar el Padrenuestro con mi Madre y con Tata. La oración en la boca
de un niño es un chapurreo de palabras que llegan al mismo Corazón de Jesús
pues viene de la inocencia más pura que siempre es blanca e inmaculada pues
todavía no conoce lo que es el pecado, no sabe lo que es la maldad.
Mi Fe creció al calor de una
familia de profundas raíces cristianas que amaba sin fisuras a Dios y también a
María que para nosotros se llamaba Carmen que daba nombre al barrio donde crecí
y que además era nuestra ilustre vecina de pared con pared. Por aquel entonces
conocíamos a todos los frailes carmelitas así como a los hermanos legos.
Todavía recuerdo al Padre Molina, al Padre Escalona, al Padre Jorge, también llamado Serafín, al
Padre Antonio, al Padre Paco, al Hermano Rafael así como al siempre recordado
Hermano Humberto que siempre estaba al cuidado de todo lo relacionado con el
Convento, a la Iglesia y sobre todo a la Virgen del Carmen.
Sí, aprendí a rezar, a querer
a la Madre de Dios mirando directamente a los ojos de esa preciosa Virgen de
negros tirabuzones, revestida con hábito carmelitano, que se llama Carmen y que
da nombre a un barrio humilde, sencillo, marinero siendo además Patrona de San
Fernando, Alcaldesa Perpetua y Patrona de la Armada Española.
Y aprendí a enamorarme de
Jesús, a cuyo Sagrado Corazón mi madre tenía ferviente devoción, mirando día
tras día, noche tras noche, los ojos del Cristo de mi alcoba. Aunque he de
reconocer que en mi crecimiento de la Fe siempre estuvo mi Familia así como un
apostolado único como es el cofrade y más concretamente la hermandad de mi vida:
Afligidos.
Madurar en la Fe es un
ejercicio de Amor dado y correspondido. A mí me ayudó mucho la etapa en la que
fui propagandista estando por aquel entonces mí siempre querido y admirado
Alfredo Dagnino Guerra como presidente. Carisma
que tuvo un principio y un final pero que con el pasar de los años
recuerdo aquella experiencia con inmensa gratitud. También, sería insensato
negarlo, el pertenecer a Caballeros Hospitalarios que es una Institución de la
Santa Madre Iglesia que tiene como único carisma la Caridad Cristiana.
La Caridad sin Cristo no es
Caridad es solidaridad o lo que quieran llamarla, la Caridad sin Cristo no es
Iglesia, será cualquier otra cosa pues la Caridad junto a la Fe y la Esperanza
son las tres virtudes teologales que forman parte de nuestra genética
cristiana, de nuestra Fe Católica, de nuestra pertenencia a la Madre Iglesia.
Pero quién en verdad me ayudó
y transitó conmigo en el camino de la Fe fue mi siempre querido y admirado
Padre Don Manuel Orta Gotor. Gracias a él descubrí ventanas abiertas cuando
creía que la oscuridad inundaba mi vida, gracias a él comprendí que mi Fe se
fundamenta en Cristo Jesús que siempre está conmigo al que puedo recibir cuando
comulgo en la Eucaristía, que me espera en
cualquier Sagrario de cualquier Iglesia del mundo.
Mientras me voy aproximando la cincuentena y los recuerdos se me hacen más palpables, sigo rezando a María
que es Carmen, Fátima, Esperanza o Rosario y me gusta perder la mirada en el
Cristo de mi alcoba que tengo en casa, en la Atalaya de mi vida, y ahí
permanecerá por siempre...
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