"Déjame ser penitente" así se titulo mi semanal artículo en Información San Fernando.
Jesús Rodríguez Arias
Déjame ser penitente y
revestirme con túnica blanca, fajarme con esparto y cubrirme con antifaz grana.
Déjame ser penitente con la cruz en mi hombro clavada o nazareno que yergue el
cirio en su escuadra. Déjame ser penitente para desaparecer del mundo y estar
atento a Tu mirada, para orar en la profundidad de mi ser y es que conocerme me
aterroriza y espanta.
Déjame Señor, ser tu penitente
y cargar con la cruz que tu Cuerpo depositara, donde exhalaste el Perdón, donde
tu sangre nos regalaras, donde nos entregaste a María como nuestra Madre, donde
expirando a esta vida forjaste la Esperanza.
Déjame ser penitente y caminar
tras tu talla donde con la mirada siento Tú dolor y la traición de esos que
ayudaste mientras ahora te maltratan con palabras hirientes, con mofas
injustificadas, con escupitajos llenos
de odio, con maldad inusitada. Déjame ser penitente para amar como Tú Amas,
perdonar como Perdonas, dar mi vida por la Fe que tu Padre me sembrara.
Sí, déjame ser penitente en
esta Semana Santa tan extraña donde el dolor y la muerte se dan la mano como si
nada, donde el demonio en forma de virus destroza vidas ancianas, mutila a familias
enteras, consume a la personas contagiadas como si de apestados se tratara.
Déjame ser penitente y cargar
con la cruz en el enclaustramiento de mi casa, la Atalaya de mi vida, donde las
horas pasan vagas y cada día es el de todos los días observando como pasa la
vida mientras pasa.
Déjame ser penitente para
ayudar a quién se enfrentan al virus cara a cara, ayudarlos con mi homenaje,
con lo que haga falta, a los sanitarios olvidados enfrentándose a la muerte con
recursos de nada, a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado así como las
Fuerzas Armadas y las Farmacias y sus empleados, los que limpian nuestras
calles y plazas, los sacerdotes que están cerca de los enfermos porque ellos
son los médicos del alma, los periodistas que cuentan lo que a esta España
enferma le pasa y los Vigilantes de Seguridad que ya su trabajo no es invisible
para nada así como todos los que ponen su granito de arena para que esta
pandemia cese su matanza, a los vecinos
que aguardan metidos en sus casas con altibajos donde unos días están tristes y
otros llenos de Esperanza. Ser penitente de los que por este estado de alarma
están perdiendo todo pues las puertas de sus empresas cerraran, de los siempre
perjudicados autónomos que a duras penas mantienen erguidas las espaldas.
Déjame ser penitente de la
Iglesia por siempre arrastrada, perseguida por los que quieren destruirla,
insultada por quienes dicen es su casa, los que son capaces de insultar y
menospreciar a los que pensamos que las no deben estar cerradas, los de
medallas y honores pero a
la mínima de cambio la critican con saña y persiguen a los sacerdotes a los que
de todo llaman porque se constituyen en el gran sanedrín de esta sociedad
putrefacta.
Déjame ser penitente y perder
la mirada en los ojos de los ancianos, los que han dado más que sus vidas, los
que a España adelante sacaran y ahora mueren en los hospitales más solos que la
una pues este virus parece hecho para matar a quienes parecen una carga así
como los enfermos crónicos pues en este desdichado mundo la economía es lo que
manda.
Por poco dinero te vendieron
Jesús, solo treinta monedas de plata. Qué poco vale la vida para los que no la
consideran sagrada, los que defiende el aborto y también la eutanasia, donde el
anciano no cuenta ni a los que la enfermedad ataca, todos son prescindibles en
un mundo vil e interesado, alejado del misterio de lo divino y entregado a las
ganancias donde la vida de todos nosotros no vale absolutamente nada…
Lunes Santo: Hoy tenía que
haber sido tan diferente, hoy tendría que ser el Lunes de Oro de nuestra
particular Semana Santa, las calles llenas de gentío, los olores de la
primavera que se mezclan con incienso y roscos, las lágrimas de los más mayores
que ya no pueden a su hermandad acompañarla…
Lunes Santo extraño que
vivimos de recuerdos metiditos en nuestras casas mientras conmemoramos por
televisión nuestra particular Semana Santa.
Jesús Rodríguez Arias
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