Dejadme que piense en el futuro, en ese futuro aún por escribir, cuando nos digan que el obligado confinamiento ha acabado.
De esto va mi artículo en Información San Fernando de este lunes 20 de abril de 2020.
Jesús Rodríguez Arias
LO
COTIDIANO
¿Te imaginas dar un paseo
tranquilamente por la calle o el campo, entrar en una tienda, ir a una gran
superficie, tomar una copa en un bar con tus amigos, almorzar o cenar en ese
bar o restaurante que te han recomendado, ir al cine, mantener una buena
tertulia, visitar a tus familiares, amigos, dar un beso, un abrazo, ir a Misa,
al médico, visitar los pueblos de esta bendita España, trabajar…?
¿Te imaginas volver a lo
cotidiano, a la normalidad?
Ese tipo de cotidianidad en
verdad es la que echamos de menos desde que decidieron confinarnos en casa. Hacer
todas esas cosas que antes no teníamos en cuenta ni les dábamos ningún valor.
Existe otra “normalidad” que
también ha desaparecido con este estar metidos en casa como son las largas
jornadas laborales para sacar el dinero suficiente para pagar la hipoteca y
todos los gastos que cada casa tiene. Esa que hace que muchos padres no vean a
sus hijos nada más que unas horas concretas al día y los fines de semana
siempre y cuando estos no tengan otra actividad como fútbol o baloncesto.
Muchas parejas, matrimonios, por el frenético ritmo de vida que llevan casi ni
se conocen unos porque lo han olvidado y otros porque no han tenido tiempo y
que cuando llegan las vacaciones en vez de descubrir y redescubrirse lo que
hacen es tirar por la calle del medio.
En la “normalidad” los
abuelos, que desgraciadamente son las principales víctimas del Coronavirus, han
recobrado un papel fundamental en las familias creadas por sus hijos ya que
tienen que suplir a estos no solo en llevarlos al cole y estar atentos a ellos
sino también en transmitirles esa educación, esos valores y virtudes que hacen ser
mejores personas.
Para ese tipo de “normalidad”
ha venido bien este enclaustramiento pues ha “obligado” a juntar a familias,
padres con sus hijos e incluso con abuelos, y convivir todo el día. Seguro que
al principio no habrá sido fácil, creo que no lo ha sido para nadie, pero
pienso que en este decretado paréntesis muchas parejas se han vuelto a
reencontrar, muchos padres estarán disfrutando con sus hijos lo que no han
podido hacer en años, muchos abuelos se sentirán menos solos porque pueden
estar junto a su familia.
También dentro de esa
“normalidad” están esos ancianos que viven en soledad ya sea porque no tienen
familia o esta les han dado de lado. Son muchas obligaciones para ocuparse y
preocuparse de un “viejo”. Lo contrario a esas personas mayores que deciden
vivir solos y que sus hijos están pendientes, que cuando los cuidados que
necesitan sobresalen a los que ellos pueden dar ponen todo lo que haga falta
para que a su padre o madre no le falte de nada ya sea en casa siendo atendido
por auxiliares de clínica, que hacen una inmensa labor, o ingresando en una
residencia especializada donde puedan estar atendidos las veinticuatro horas
que tiene el día.
A lo mejor los que viven
instalados en esa “normalidad” después de este confinamiento cambian un poco en
su forma de enfocar la vida pues si no lo hacen de nada les habrán servido
estar días y días en casa…
Pienso que la otra cara, la
más amable, de esta pandemia maldita que está causando tanto dolor y muertes
así como esa impotencia que lleva al desconsuelo, es precisamente que muchos vamos
a cambiar el orden de los valores, de lo que es verdaderamente imprescindible,
lo que nos es necesario, pues estas semanas que vamos a pasar en casa van a
suponer un filtro donde se ve bien a las claras que es importante de lo que es prescindible.
Otra cosa buena que podemos
sacar es que muchos han vuelto a mirar a Dios, a rezar. Un Dios que tenían
olvidado ya que adoraban a esos becerros de oro del dinero, del tener, del ser
alguien, de ostentar poder a costa de perder el alma… Sí, todo eso se ha venido
abajo y no sirve para nada pues cuando te visita la muerte no hay dinero
suficiente en el mundo para comprar un segundo más de tu propia vida.
¿Qué es lo primero que haremos
cuando nos digan que se acabó el confinamiento?
Yo lo tengo claro. ¿Y tú?
Jesús Rodríguez Arias
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