El espejo: Antes eras el reflejo de mi vanidad ahora en cambio lo eres de la realidad...
Hoy escribo mi semanal tribuna de todos los lunes en Andalucía Información - Información San Fernando mirando sin mirar el espejo.
Jesús Rodríguez Arias
EL
ESPEJO
Antes eras el reflejo de
vanidad ahora en cambio te has convertido en veraz fedatario de mi realidad.
Antes me ponía ante ti para
vestirme, hacer bien el nudo de la corbata y que estuviera en su justa altura,
para comprobar que los colores elegidos combinaban, para peinarme o arreglarme
al detalle la barba que tiene más peluseo de lo que la gente se imagina.
Ahora hace tiempo que casi no
nos vemos y no porque tú te hayas cegado ni estás en otro lugar, todo lo
contrario, sino porque he sido yo el que he cambiado, no sé si para mejor o
peor, pero la verdad sea dicha que es que hoy en día me asomo poco a la ventana
que tú me abres. Sólo nos vemos y casi de refilón cuando doy leves retoques a
mí cada vez descuidada barba, para peinarme y poco más.
Al vivir donde reside la
pureza de lo auténtico como es Villaluenga del Rosario hace falta muy pocas
añadiduras pues cuando te envuelves e integras en su idiosincrasia te muestras
tal cual eres. Aquí no hacen falta ni conservantes y colorantes. Te acostumbras
a vestir lo más cómodo y abrigado posible, en otoño-invierno se sobrentiende,
pues lo haces en un pueblo de montaña, te acostumbras a calzar zapatos que se
adhieran bien al suelo, te acostumbras a utilizar más un polar que una rebeca u
otra cosa. Aquí te arreglas cuando tienes que arreglarte que suelen ser los
domingos y fiestas de guardar, cuando se celebra algo o cuando viajas a
cualquier lugar esté más lejano o cercano.
Eso sí, bien sabes, que cuando
me arreglo para asistir a algún acto, puedo contar con los dedos de una mano a
los que he ido en este último año y medio, me pongo ante ti para anudarme, como
a mí me gusta, la corbata, que los gemelos asomen lo justo entre puño de la
camisa y la chaqueta, el largo del pantalón respecto a los zapatos… Lo que uno
aprende en la cuna es para siempre y mi madre siempre me enseñó a vestir bien
ya sea con chaqueta y corbata o con polar y botas de senderismo.
Pero tú ahí permaneces sin día
ni hora esperando que alguno de nosotros se asome no tanto para vernos sino
para saludarte. Podrás ser más nuevo o antiguo, haber estado siempre en casa o
todo lo contrario, porque tú labor siempre será la misma que es la de hacer
vernos quienes representamos ser porque para más interioridades hay que mirarte
con otros ojos.
Sí, mirar con otros ojos
cuando me pongo frente al espejo impone y creo que en esta etapa de la vida es
lo que quiero. Hoy lunes trece de diciembre, día de Santa Lucía, ya luzco los
cincuenta y dos años que tuve la dicha de estrenar el pasado sábado y la verdad
llevo algún tiempo observando la vida desde los ojos de la madurez. Mirar sin
estridencias sabiéndome que todo cambia con el tiempo, comprobando que ni los
buenos son tan buenos, ni los malos tan malos, que la amistad no dura para
siempre, que los que lo hacen no son amigos sino hermanos del alma, que el
tanto tiene tanto vale existe, que los objetivos del mundo no tienen por qué
ser los míos. Que si un día ansié primeros puestos y relevancia social ahora no
los quiero ni en pintura. Que soy el que soy gracias a toda una intensa
existencia vital en la cual he luchado cuando he tenido que luchar, he dormido
menos de lo que debiera, he perdonado a quienes algún día me hicieron daño, he
nadado sin guardar la ropa y cuando he tirado la piedra no he escondido la mano
con todo lo que eso conlleva.
Hace poco menos de dos años
que puse punto final a una etapa de mi vida. Desde que cerré la puerta todo es
muy distinto, los años me van pesando y los siento en los huesos, las canas se hacen más
presentes. Ahora solo sé que no sé nada, que necesito seguir aprendiendo, que
amo quién amo, quiero a quienes quiero, y lo demás se lo dejo a los demás.
La vida es según los ojos con
los que la mires y yo lo hago desde la gratitud.
Jesús Rodríguez Arias
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